19 de noviembre de 2011

EL DINERO NO LO ES TODO


Oigan bien esto, pueblos y habitantes de todo el mundo, lo mismo que los ricos que los pobres, lo mismo los poderosos que los humildes. Voy a hablar con sabiduría y expresaré pensamientos profundos; pondré atención a los refranes, y diré mi secreto al son del arpa.
Por qué voy a tener miedo cuando vengan los días malos, cuando me encuentre rodeado de la maldad de mis enemigos?
Ellos confían en sus riquezas y se jactan de sus muchos bienes, pero nadie puede salvarse a sí mismo ni pagarle a Dios porque le salve la vida.
¡No hay dinero que pueda comprar la vida de un hombre, para que viva siempre y se libre de la muerte!
Pues se ve que todos mueren por igual, lo mismo que los sabios que los tontos, y se quedan para otros sus riquezas. Aunque dieron su nombre a sus tierras, el sepulcro será su hogar eterno;
¡Allí se quedarán para siempre!
El hombre no es eterno, por muy rico que sea; muere lo mismo que los animales.
Así acaban los que en sí mismos confían; así terminan los que a sí mismo se alaban.
Para esa gente, la muerte es el pastor que los conduce al sepulcro como si fueran ovejas.
Cuando llegue la mañana, los buenos triunfarán sobre ellos; su fuerza irá decayendo y el sepulcro será su hogar.
Pero Dios me salvará del poder de la muerte, pues me llevará con él.
No te inquietes si alguien se hace rico y aumenta el lujo de su casa, pues cuando muera no podrá llevarse nada, ni su lujo le seguirá al sepulcro.
Aunque se sienta feliz mientras vive, y la gente lo alabe por ser rico, llegará el día en que se muera, y no volverá a ver la luz.
El hombre no es eterno, por muy rico que sea; muere lo mismo que los animales.

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